Silvia Lázaro Díaz
Dedicado a los niños y niñas del Colegio Público Hogarsol de Málaga
Celebración del Día del Libro
FERIA DEL LIBRO DE MÁLAGA 2011
Olvidos
Casi todas las mañanas la madre de Luis, antes de ir éste para el colegio, le hace la misma pregunta: ¿Has cogido el bocadillo, hijo? Y casi todas las mañanas Luis olvida su bocadillo, corre a la cocina, lo mete en su cartera, besa a su madre en la puerta y se va a la escuela. También suele olvidar comérselo en el colegio.
Como se repite la escena casi a diario, Luis ha inventado un poemilla que hace reír a su madre:
-Olvido el bocadillo como “Goku” su memoria, pero no olvido lanzarte el besillo.
El zalamero, desastroso, olvidadizo y despistado Luisillo se ganaba el corazón de los mayores conversando sobre su mundo inventado; les comentaba cotilleos de sus personajes e incorporaba nuevos protagonistas según su conveniencia. Sobretodo inventaba nuevos cuando estaba en un lío y lo iban a regañar o castigar. Entonces era cuando embaucaba a la persona mayor diciéndole:
-¿Sabes que me recuerda a..., que esto es exactamente lo que le pasó a...?
Emprendía propia hazaña para salvarse del castigo usando un lenguaje legendario y de aventuras que adulaba al enfadado. No siempre Luis se salía con la suya. Y ese día pasó eso, la madre se hartó, cogió a Luis del abrigo y le dijo muy seria:
- El pan no se puede tirar. Hay hambre en el mundo, Luis. Así que hoy te quedas sin bocadillo por habértelo olvidado. Si no te lo recuerdo, no lo coges y después, no te lo comes y se tira.
Cuando Luis regresó del colegio, estaba contentísimo porque habían visto una película de Chaplin. Entró en su casa imitando a Charlot y vociferando:
- Tengo hambre. Me comería una vaca.
La madre lo esperaba en el salón. Estaba leyendo y alzó la voz sin llegar a gritar para contestarle:
- Pasa hambre quien no tiene pan. Ven Luis.
El tonito serio no le gustó nada al gamberrote. Soltó la cartera, cogió un paraguas y exageró los andares del cómico para camelarla. Cuando la madre lo vio, le ordenó:
- No me vayas a contar tus patrañas. Hoy antes de comer vas a leer.
- Pero, ¡mamá!- protestó.
Tienes edad, tienes familia que te quiere, tienes pan, tienes juguetes y que sepas, hijo, en el mundo pocos niños viven como tú. La mayoría tienen problemas de los de verdad: hambre, pobreza, enfermedad, guerras, explotación... En tu mundo inventado debes incorporar una misión importantísima: venced las miserias y salvad a los niños y las niñas que padecen. Invéntate héroes y heroínas que lo hagan. De momento, lee este poema de Miguel Hernández. Y cuando te lo hayas aprendido, comemos.
- ¿Por qué, mamá? Tengo hambre.
- Porque los olvidos pueden hacer mucho daño. Nos convierten en egoístas y deseo, hijo, que sobretodo seas una buena persona.
- Pero, ¿sólo olvidé el bocadillo?
- Hoy es el bocadillo, pero mañana te puedes olvidar ser solidario.
- ¿Todo el poema?
- Hablando podemos llegar a un acuerdo.
Silvia Lázaro Díaz, escrito el 13 de abril de 2008
EL NIÑO YUNTERO
Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra,
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
revuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
POEMA DE MIGUEL HERNÁNDEZ
Miguel Hernández Gilabert (Orihuela, 30 de octubre de 1910 – Alicante, 28 de marzo de 1942) fue un poeta y dramaturgo de especial relevancia en la literatura española del siglo XX. Aunque tradicionalmente se le ha encuadrado en la generación del 36, Miguel Hernández mantuvo una mayor proximidad con la generación anterior hasta el punto de ser considerado por Dámaso Alonso como «genial epígono de la generación del 27».
Espero que seáis capaces de inventar un universo repleto de personajes que impidan que haya en el mundo REAL niños y niñas yunteros.
Besillos
Silvia Lázaro